Catarata roja al infierno




   Veréis, dicha catarata se origina en la sangre de Cristo corriendo en todas las iglesias desde hace dos mil años, tiempo suficiente para hacer caudal. En ella nadan las almas de obispos, reyes y todo tipo de pecadores. 
   Corriendo lenta, fresca como frutilla exprimida, arrastra pies, torsos, coronas, hacia el final inexorable... pero qué placer exquisito sentir el escalofrío del abismo acercándose. 
   Caen las almas en el pozo del infierno, pero allí no se detienen. Vuelven a subir por una corriente irresistible hacia el Gólgota, donde se precipitan de nuevo desde las llagas de Jesús. 
   Eterno tormento de caer en el abismo con horror siempre virgen, pero en el trayecto fluvial se forman amistades desesperadas entre  quienes flotan condenados. Esta solidaridad con el prójimo debería redimir sus almas, pero el ojo único de Dios mira para otro lado.

(Pintura mural en el monasterio Vatopedi del Monte Athos. Menos mal que se borrará un día.)








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